Inma Sánchez
Miércoles, 20 de abril 2016, 10:40
Al contrario de lo que puede parecer la caída del poder adquisitivo no está beneficiando a los antes populosos mercados ambulantes. El cambio de hábito es que simplemente la gente compra menos y se lo piensa más. A las once de la mañana se ve muy poca gente en el mercadillo de La Zubia. De once a una eran las mejores horas de venta porque a la una hay que hacer la comida, pero ya no hay casi nadie a ninguna hora. Pepe y Cecilio recorren el área metropolitana vendiendo ropa de caballero: los jueves en La Zubia, los viernes en El Padul y Atarfe, los martes en Huétor. Dicen que desde 2007 han bajado las ventas. Quien acostumbra a comprar en los mercadillos lo sigue haciendo, pero gasta menos dinero. "En vez de 50 euros se apañan con veinte y para nosotros todos son costes".
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El sitio vale dinero, hay que pagar gasolina, autónomos, sin contar el trabajo de montar y desmontar. Antes se ganaba para vivir bien, "la gente venía sin susto y compraba a pares. Ahora todo ha cambiado, hemos tenido que bajar los precios y tirar por lo barato", explica Juan. Y para colmo ha subido el IVA. "No hay dinero en las casas y no se puede gastar". Carolina y Manuel son un matrimonio joven que tiene una tienda de ropa en Armilla. Ante el bajón de las ventas decidieron recorrer los distintos mercadillos por las mañanas y por las tardes atienden su establecimiento. "Sacamos la tienda a la calle y bajamos los precios. Y es lo que nos salva", explican. Los lunes van a Armilla, los martes en Alhendín, los miércoles en Dúrcal y los viernes en Peligros. ..
La gente está parada y además tienen familiares a su cargo. Una vecina de La Zubia lo explica con claridad: "Lo primero es comer, de lo demás te puedes privar", aunque admite que "aquí están las cosas más baratas y más buenas". Por eso los vendedores de frutas y verduras son los que salvan de la quema. "Pero tampoco tanto", señala Manuel, que explica que antes cargaba el cambión de frutas y hortalizas y volvía con media carga. "Ahora vendo menos de un cuarto porque ha aumentado el número de vendedores". Confiesa que está gastando lo que tenía ahorrado. Los sábados va al mercadillo de Albolote. Antes allí había cuatro vendedores de frutas y hortalizas, ahora hay 15 ó 20, explica. Dice que las ventas han bajado más de un 50%. La clase media, la que normalmente acostumbra a adquirir sus productos en estas propuestas comerciales, está en crisis. "Por más baratos que sean los precios, es imposible," indica una vecina de Peligros, que hace lo que puede para salir adelante.
Pedro dice lo mismo. "Quien no tiene no compra en ningún lado. También en las tiendas está todo más barato" señala, mientras pide más "comprensión para los vendedores ambulantes", que no pueden vender cuando los pueblos están en fiestas y trabajan muchas veces en las peores condiciones. Alioune es del Senegal y regenta junto a unos paisanos un puesto de sombreros. Indica que antes se ganaba para vivir y que hoy solo da para afrontar gastos. Antonia vende flores y aunque admite que la gente compra, dice que el problema son los impuestos, que han pasado del 8,5% a un 21%, y "a los clientes no les puedo subir el precio". Se pasea cada día por los mercadillos de Granada y comenta que los mejores son los de La Chana y el Zaidín, más grandes y con más visitas. Explica que en el de Maracena vende muchas flores porque está al lado del cementerio, pero que en los últimos cinco años las ventas han bajado al 50%.
Es lunes y Alfonso atiende detrás de su mostrador portátil en el mercadillo de Pulianas. Tiene el puesto repleto de sábanas, colchas, manteles y demás género para el hogar. Aunque achaca a la crisis el bajón de las ventas, dice que los grandes centros comerciales tienen parte de culpa, además del pago por tarjeta. "Son muchos factores, desde el miedo de la gente, a la subida de impuestos". Declara que le cuesta más de 30 euros salir todos los días con la furgoneta, que los ayuntamientos ahora cobran más y que si antes daba para vivir bien, ahora se conforma con vender el género que tiene. "Yo también compro menos", confiesa. Comprende el miedo de la abuela, que ahora tiene en casa a un hijo parado y admite que en los mercadillos más grandes se hace más negocio, pero que las ganancias han "bajado una barbaridad" y para colmo "no están los tiempos para buscarse otro trabajo".
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La explicación de Miguel es muy parecida. Desde su puesto de frutos secos y golosinas, admite que las ventas están "fatal", a lo que se suma el intrusismo de muchos que no pagan las licencias. "Entiendo que la cosa está difícil, pero para mí es un esfuerzo tener los papeles en regla," declara. Antes le daba para vivir bien, ahora su padre le tiene que ayudar a pagar la hipoteca.
Granada en las provincia andaluza con más mercadillos de Andalucía, con unos 185 y cerca de 5.000 puestos de venta, que generan más de 10.000 puestos de trabajo. Los del área metropolitana son los menos populosos, ya que los de El Zaidín, La Chana y Almanjáyar, en la capital, cuentan con muchos más puestos, seguidos de los de Guadix, Baza y Almuñécar. Fueron los gitanos quienes encontraron en el comercio ambulante reglado una vía de integración y trabajo. Hoy se les puede ver defendiendo detrás de sus puestos la venta de su mercancía, aunque se ha diversificado la procedencia de los emprendedores que en general se dedican a este tipo de comercio por tradición familiar.
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