El museo militar del subteniente Pedrajas
Subteniente de Caballería, José María Pedrajas vive rodeado de unas 4.000 piezas, la mayoría procedentes del mundo castrense. En su casa de Cumbres Verdes, en pleno Parque Natural de Sierra Nevada, las paredes están adornadas por gorras, escudos o metopas, de los que tiene 586 de diferentes unidades militares del país, llaves, sables y toda clase de artilugios, algunos con bastantes años de historia.
Inma Sánchez
Miércoles, 20 de abril 2016, 10:26
Lleva casi cuatro décadas coleccionando utensilios a los que conoce como a los dedos de su mano, pero su tesoro más antiguo data de la época napoleónica. Se trata de la bayoneta de un arcabuz, pieza que se instalaba delante de la bayoneta y que se utilizaba para pinchar literalmente al enemigo. De esa fecha posee también un proyectil de hierro de cuatro kilos de peso.
Cordobés de nacimiento, en 1971 ingresó como soldado, reenganchándose de cabo primero. Con 19 años ascendió a sargento y se jubiló como subteniente en 1991 por lesiones en un acto de servicio. Amante de la disciplina y la uniformidad, indica que hace 30 años el concepto de defensa era distinto. Asegura que ha variado tanto la situación social, económica y política de España "que ya no podemos mantenernos en la idea medieval de protección del rey". La incorporación de nuestro país a la Comunidad Europea ha significado, a su juicio, un antes y un después en el concepto de defensa. Valedor de la vida castrense, de rectitud, disciplina y buen hacer, admite que le hubiera gustado que sus hijos siguieran sus pasos en el ejército. Una trayectoria iniciada por su abuelo que con doce años ya formaba parte de la tropa.
Carro de combate en miniatura
No faltan en su museo particular diferentes cascos militares: de la segunda república española, uno francés de la república francesa, otro de la Guerra Civil española y un casco modelo M47 de la I Guerra Mundial. Incluso tiene uno inglés de la Segunda Guerra Mundial, otro ruso y está esperando que le envíen, vía embajada, otro japonés. Máscaras de gas, utilizadas en la Alemania nazi, mascarillas de la Guerra del golfo, zapatillas de cuando se gestó la legión, y una especie de ametralladora antiaérea construida por él, incluso, una antigua bandera de España de un puesto de la Guardia Civil, regalo de un comandante de puesto, forman parte de la decoración de su casa. Objetos que le han regalado sus "muchos amigos" y otros que ha comprado o que le han dejado prestado, como una antigua máquina de coser Singer, de las que tiene unas cuantas, y un bote de tinta para estilográficas de 1956. Radios, calculadoras, un viejo brasero eléctrico del cuerpo de la Guardia Civil de Granada, así como un rancio retrato a carboncillo del Capitán Cortés, jefe de la Defensa del Santuario de la Virgen de la Cabeza de Andújar, de 1937. Destacan, asimismo, los estadillos, documentos donde se informaba de la situación de la tropa. Uno de sus sueños es impulsar un museo militar en Granada, al entender que existen fondos en los distintos museos del ejército susceptibles de recopilarse por estar obsoletos.
Aunque asegura que lo que más le gustan son los escudos, entre sus piezas preferidas destaca una réplica de un carro de combate. Aquí le sale de nuevo la vena castrense y recuerda la importancia del equipo. Porque llevar un carro de combate es una labor de "mucha colaboración", precisa. No hay más que imaginarse el esfuerzo y la destreza que se requiere para cambiar la cadena de uno de esos tanques, que superan las toneladas de peso.
No le faltan, por otra parte, proyectiles inutilizados para la artillería, munición de carros de combate con capacidad -explica- para reventar un metro de hormigón. Insiste en que todos estos proyectiles están totalmente inutilizados, porque faltan piezas o porque están en mal estado.
Y entre su magnífica colección de piezas militares sobresale una de espuelas del ejército de Tierra. Destaca un machete de un fusil máuser de la época de la guerra de Cuba, o una antigua medalla de la División Azul, Blaue Division, en alemán, la unidad española de voluntarios que sirvió entre 1941 y 1943 en el ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Su última adquisición ha sido un correaje de la policía de Estados Unidos, que le trajeron la pasada semana.
Afirma recordar con cierta nostalgia la vida castrense, y la importancia de tener un buen mando. "Porque para saber mandar hay que saber obedecer", reflexiona. Reconoce no haber tenido nunca problemas con la tropa, de donde conserva, incluso, un buen número de amigos.
Minas antipersona de instrucción, una pistola inutilizada de la famosa batalla del Ebro, iniciada la medianoche del 25 de julio de 1938, una báscula para pesar los casquillos. Además de jeringas del antiguo botiquín militar, subfusiles de los utilizados por la Guardia Civil y cocinas de petróleo, paquetes de alimentación de la tropa, con sus raciones de combate, así como suplementos de refuerzo.
Tampoco falta en su museo particular, el primer modelo de CETME existente en España, un teléfono alemán y otro similar al existente en el despacho del General Moscardó, que alcanzó gran celebridad por su defensa del Alcázar de Toledo contra las fuerzas republicanas.
Llaman la atención abundantes ceniceros de los que había en los trenes de hace 30 años, un teléfono de Renfe, tomavistas, diapositivas, cervatanas de Centroamérica, así como un gran arcón de hierro y madera forrado con piel, del arma de caballería, para proteger del agua los uniformes de oficiales y suboficiales.
Metopas
Las metopas, de gran tradición militar, son piezas de madera con forma de escudo o circulares en las que se incluye el emblema de la unidad militar: infantería, caballería, marina, aviación y unidades logísticas, entre otras. Todas las compañías tenían sus metopas que solían regalar a los militares cuando cambiaban de destino. De las casi 600 que José María Pedrajas Saura tiene en su casa, muchas ya no se hacen debido a la regulación de las Fuerzas Armadas y deaparación de unidades y compañías.
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