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Padres sin complicaciones, la ilusión del siglo XXI

Muchas veces las madres y padres adoptan determinada actitud para evitar malas consecuencias y provocan justo lo contrario de lo que persiguen. Tomás Quirosa, psicólogo del Ayuntamiento de La Zubia, lo tiene claro.

Inma Sánchez

Miércoles, 20 de abril 2016, 10:57

Las dificultades de la vida diaria, el trabajo, el estrés, el "excesivo amor" a los niños, el miedo a que sufran, a que se equivoquen, a que se enfrenten a las penalidades de la existencia provoca que los malcriemos y los convirtamos en unos tiranos. Y después no comprendemos lo que sucede.

Porque, según Quirosa, "hemos visto tantas películas", que pretendemos que todo sea idílico. "Queremos ser padres sin complicaciones. Cuando la vida es difícil, y nos frustramos y nos dicen y nos dirán demasiadas veces que no".

Para el experto la excesiva atención que ponemos en la conducta de los retoños y, sobre todo, en los aspectos negativos de su personalidad, hace que perdamos la paciencia y actuemos de forma errónea. La solución, a su juicio, es no prestar atención a esas conductas molestas: rabietas cuando no les gusta la comida, golpes en la mesa, subir el volumen de la televisión cuando se les habla. Para el psicólogo, lo idóneo es no atender en demasía las reiteradas llamadas de atención de los chicos. "Simplemente no atender a su demanda. Sí indicarle que lo que hace no es correcto e invitarle a que deje de hacerlo, pero decirlo una vez y dejar de prestar atención a una conducta que puede que el chico haga de forma inconsciente", mantiene. E incluso salir de la habitación y dejarlo con su berrinche. Claro que la contrapartida es alabarle cuando hace algo bien. ¿O es que su hijo no hace algo bien a lo largo del día?, pregunta Tomás Quirosa a los asistentes a la conferencia impartida en la Sala Zoco de La Zubia: 'Los errores más frecuentes de los padres'

Indica que parte del problema radica en el intento de las madres que, por hacer las cosas más rápido, por evitar que el niño se queje, para que deje de molestar, contribuyen sin pretenderlo a cristalizar conductas negativas. Explica que hay que tener paciencia para enseñarles a hacerse su cama, insistir para que recojan la mesa, inculcarle con firmeza y cariño qué están haciendo bien y qué hacen mal. "Porque a los niños hay que darles responsabilidades en la medida de lo posible y teniendo en cuenta la edad", recalca.

Subraya Quirosa que cada año aumentan los padres y madres que acuden a la UCI golpeados por sus hijos, que hay niños de 13 y 14 años que agreden a sus novias, porcentajes altos de adolescentes con embarazos no deseados. Problemas, en definitiva, producto de una mala educación. Cuando se trata a niños que no asisten a clase, que roban porque les gusta una cosa y la cogen, que contestan, chillan y se enfadan cuando no se les da lo que quieren, muchas veces -asegura- "son los padres de esos niños quienes deberían ser atendidos por expertos y, curiosamente, los padres son los que no están". Insiste en que existen conocimientos que ayudan a los progenitores a desempeñar su papel adecuadamente, y así mejorar la actitud de los chicos, por eso califica de "atrocidad" que la escuela pretenda, por ejemplo, que adolescentes y niños vayan todos al mismo ritmo, cuando hay quienes de un vistazo comprenden las cosas y otros que requieren de algo más de tiempo.

'Los errores más comunes de los padres', conferencia integrada en el programa 'Encuentros con la educación' que, a su vez forma parte de la propuesta municipal 'Educando en Comunidad', es un proyecto de las áreas de Bienestar Social y Cultura del Ayuntamiento de La Zubia destinada a ayudar a los padres y madres en la dura tarea de educar. Las conferencias se desarrollan los primeros jueves de cada mes.

Durante la charla el psicólogo enumeró algunos de los errores cometidos por los padres que desestabilizan a los niños, "les generan inseguridad" y conflictos. Como poner castigos en función del estado de ánimo, no poner límites con firmeza, intentar ser amigos en vez de padres o madres, protegerlos demasiado, no conocerlos, no jugar, no hablar con ellos, no soportar que se sientan mal, no permitir que se frustren, ausencia de normas y rutinas, no reforzarlos, no darles responsabilidades, proyectar en ellos nuestros deseos o no darles autonomía.

 

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