Maruja y su pasión por las nuevas tecnologías
Estudia informática en el Centro Guadalinfo de La Zubia - va por el tercer año- tiene una cuenta en facebook y contesta regularmente sus e-mail, además de escribir en su blog: http://rosalinda5.blogspot.com.es/ sus poemas, las cosas que hace y lo que piensa. Recuerda que todo empezó con un curso que impartían en la Casa Pintá del pueblo.
Inma Sánchez
Miércoles, 20 de abril 2016, 10:55
Cuando se vio allí, delante del ordenador, lo primero que se le pasó por la cabeza fue volverse a su casa. "¿Dónde me he metido yo con esto de las nuevas tecnologías?", se preguntó. Pero pronto reaccionó: "¿Voy a ser tan cobarde y no aprender informática?" Y allí se quedó. Y aprendió a conocer cada tecla, a mandar correos electrónicos, y un nuevo universo se abrió ante ella.
Maruja Negro nació en Granada hace ochenta años, pero hace cuarenta que vive en La Zubia. Dice que se maneja estupendamente, que no para, que se apunta a todo. Y es verdad. Hace poco leyó un poema de Miguel Hernández en la biblioteca del pueblo. Participa activamente en el Club de Lectores La Vieja Encina desde hace dos años. Allí lee libros, los analiza y charla con sus compañeras y compañeras del club sobre la temática, el autor y lo que éste pretende contar con su novela. Ahora está enfrascada en la lectura de 'Los moriscos y el racismo de estado' de Rodrigo de Zayas. "Difícil recordar tantas fechas y datos", señala. Menos mal que en el club hay una historiadora y en un taller desmenuzan cada uno de los capítulos. "Ahora estamos con el epílogo", confiesa. Cada tercer miércoles del mes se reúnen en la biblioteca y van analizando a cada uno de los personajes. Dice que ahora está aprendiendo a "leer de verdad, a profundizar en los autores". Participa desde hace veinte años en la Asamblea Clara Campoamor de La Zubia, una iniciativa gracias a la que viajó mucho y que le sirvió de consuelo tras la muerte de su marido. "La más veterana de La Zubia que se mete en estos líos" reconoce que toda esta actividad es lo que la mantiene viva. "Porque no tengo ningún interés en quedarme muerta antes de estar muerta. Yo condiciono a los años, y no dejo que los años me condicionen a mí", sentencia.
Maruja tiene una mente clara y, aunque le fallen las piernas y no pueda viajar con sus compañeros de la Asociación de Mayores de la localidad, opta por darle a la tecla, por la lectura y la gimnasia. Acaba de crearse en el pueblo la asociación 'Mayores en pro', presidida por Manuel Benítez, y Maruja está allí.
Extrovertida y dicharachera, recuerda que llegó a este pueblo hace cuarenta años, animada por su marido, al que le gustaba el campo. Rememora las casitas pequeñas, cómo se reunían las vecinas en la calle y charlaban de sus cosas. Y si mira más atrás, se acuerda de la guerra, del "miedo de mi madre y de cómo me resguardaba". No se ha olvidado de la posguerra, de las cartillas de racionamiento y de la incultura de la época. Dice que ahora están las cosas mal por la crisis, pero que antes "las mujeres estaban muy poco consideradas. Si entrabas a un bar con una amiga te señalaban", cuenta. Asegura haber vivido tiempos más "machistas y complicados" que los actuales.
A los nueve años empezó a hacer el ingreso de bachiller en la Academia Isidoriana. Allí estudió el bachiller superior de siete años y luego la reválida. Hizo unos años de Magisterio y trabajó en la Diputación sustituyendo a un señor que se fue a Alemania, pero entonces conoció a su marido y supo ser feliz de ama de casa cuidando de sus niños; "una de las etapas más bonitas de mi vida". Dice que cada época tiene lo suyo, y que es feliz a su manera "a pesar de los inconvenientes de la edad".
Tiene palabras de aliento para todos, pero sobre todo para los mayores, porque "mientras estamos viviendo estamos aprendiendo", reflexiona. Por eso anima a los políticos para que no se olviden de los veteranos, "porque aunque no tengan cultura, sí tienen ese pozo de sabiduría dentro, aunque seamos más lentos para hacer las cosas", indica. Por eso agradece la tranquilidad de Belén, la profesora de informática, "que tiene tanta paciencia con nosotros". Se confiesa apolítica, porque "miro a la persona y lo que hace por el pueblo, por los jóvenes y los mayores".
Maruja se quedó viuda a los cincuenta y seis años y estuvo unos años cuidando de su madre. Pasó una mala racha, pero pronto optó por salir a la calle. Por eso anima a los mayores a que salgan, que hagan algo y disfruten de las nuevas tecnologías. Porque ser mayor no es ser un trasto viejo, insiste. Se acaba de comprar una impresora y un libro digital con más de 150 obras de la literatura española. A última hora del día, se sienta ante su portátil y se conecta para charlar con sus amigos o escribir en su blog. "Me he hecho muy amiga de la soledad, he aprendido a llevarla", aclara. Reconoce que lo primero que hace nada más levantarse es asearse y pintarse los labios y los ojos. "Una barra no cuesta tanto". Y se va a la calle. A informática dos veces por semana, a la gimnasia de mayores tres veces, a comprar, al club de lectura, a leer. Siempre con su sonrisa por delante.
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