César Guisado
Miércoles, 20 de abril 2016, 10:35
Estas son las instrucciones que Rubén Hita da a sus discípulos cada tarde en el gimnasio de La Zubia, en el que imparte clases de taekwondo a un nutrido grupo de jóvenes y ávidos aprendices. O al menos, así era hasta el pasado mes de mayo. Empujada por su primo Juan José, su mujer Adelina y por su amiga Asunción, Virginia se animó a descalzarse y pisar un tapiz por primera vez en su vida. Nunca antes había practicado un deporte; mucho menos un arte marcial y dice, que la sensación del golpeo es una de las emociones que más la han impactado últimamente. Esto no es casual. Se debe, a que las personas sordas son muy sensitivas en cuanto al tacto. Virginia, que tiene 32 años, nació con una discapacidad auditiva total que hasta ese día de la pasada primavera, la había mantenido alejada del mundo del deporte. Rubén encontró ante sí un reto como pocas veces antes había visto encima de un tatami. Cómo trasladar el 'charyot', el 'kyong ye' o el 'jae san', al lenguaje de signos. Simplemente, no existe un símbolo para esto. Quizá, la idea cayó por su propio peso porque se presentó tan utópica como resolutiva: había que inventar un nuevo lenguaje; imaginar nuevas palabras con las manos. Así fue. Virginia, Juan José, Adelina y Rubén se pusieron entonces manos a la obra y los resultados comenzaron brillar por sí solos. Cuenta el entrenador que ha tenido pocas alumnas capaces de absorber tal capacidad de conocimientos y plasmar los ejercicios sobre el tapiz con tan poco tiempo. Confiesa la aprendiz, que puede que el secreto esté en la acogida recibida por parte de sus compañeros. Del gimnasio Línea de La Zubia, los chavales salen cada tarde con la lección del poomsae bien aprendida y enseñando a los papás cómo se dice lunes o martes en lenguaje de signos. Son ellos y ellas los primeros interesados en conocer cómo afronta una persona sorda el taekwondo y sin saberlo, también la vida. «Lo primero que nos ha aportado Virginia es espíritu de superación», explica Rubén, «es decir; si ella puede, podemos todos» aclara. «Para mí, este era un mundo desconocido. Trabajar con Virginia como alumna me ha descubierto que la mayoría de las personas somos totalmente ignorantes en cuanto a lo que rodea a una persona sorda». A partir de entonces, uno de los propósitos de Rubén y también de su maestro, Miguel del Paso, ha sido abrir las puertas del taekwondo, «hasta hace poco, mi objetivo como técnico era que mis alumnos consiguieran medallas en cada torneo a los que vamos. Pero ese objetivo ha cambiado, ahora queremos ofrecer el taekwondo a personas con todo tipo de capacidades físicas, sensoriales o intelectuales. El proyecto se va a llamar 'Taekwondo para todos' y creo que el título lo define por sí mismo», matiza. Para Virginia, no es por el momento más que una vía de escape cada tarde. A través del poomsae; de construir con su cuerpo figuras casi perfectas siguiendo un patrón milenario, afronta sus primeros pasos en el deporte. Dice, que con el simple gesto de cambiar las señales acústicas de un silbato por otras visuales; como pudieran ser pañuelos de distintos colores, podría participar en la misma competición que el resto de sus compañeros. Esto sería el mayor ejemplo de deporte inclusivo. Precisamente ese, competir y examinar sus habilidades junto a rivales será uno de sus próximos retos. Acudir a un torneo regional, ganarse el billete para un Campeonato de España, son objetivos a largo plazo. Soñar con unos Juegos Paralímpicos de momento es solo eso. Un sueño. Pero hasta primavera, Virginia no había soñado con inventar un lenguaje con sus manos.
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