inma sánchez
Viernes, 4 de noviembre 2016, 10:40
Que alguien tenga que prescindir de un trabajo en los tiempos que corren, resulta cuanto menos paradójico. Sobre todo, cuando te gusta, te motiva, te permite desarrollarte profesionalmente, te pones las pilas para obtener buenos resultados y los jefes están contentos contigo. Pues en esta disyuntiva se encuentra Jihan Chantoufi, madre de una niña de ocho años, escolarizada en un colegio de La Zubia. Expectante como estaba para que la llamaran para empezar a trabajar, Jihan apuntó a la niña al comedor del centro. Pero poco antes de que comenzaran las clases y ante la duda de si le salía o no el empleo cedió su plaza para que otro niño la pudiera aprovechar. Pero, poco después la llamaron y se encontró con que había perdido la plaza y no tiene dónde dejar a su hija. Está divorciada y tiene la custodia. Ya tuvo que dejar su trabajo en hostelería por incompatibilidad para ocuparse de su pequeña. Otras madres le ayudaron, recogiendo a la niña del cole y ocupándose de ella hasta que su progenitora terminaba la faena. Pero es muy complicado, la niña no estaba bien de un lado para otro; y optó por dejar el empleo y se puso a limpiar pisos.
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Su nuevo trabajo es de comercial, lo que le obliga a coger el coche y desplazarse hasta otras provincias andaluzas, con lo que la carretera y el tiempo corren en su contra. Pero aún así piensa que si tiene a la niña en el comedor le da tiempo de terminar la faena y volver a La Zubia a recogerla.
Cuando pidió en el colegio que le dieran de nuevo la plaza del comedor se encontró con que no hay plaza, y hay tal lista de espera (60 niños), que no podría entrar en el comedor ni en el próximo año. Pero no se rinde. Tras hablar el tema en el colegio, fue hasta la delegación de Educación. Incluso se lo comentó al inspector de zona, que le aconsejó acudir a una asistente social para que le haga un informe y conseguir que por lo menos la escuchen. Pero la asistente social tiene citas atrasadas y mientras la atienden o no, se encuentra con que pasan los días y tiene que pedir constantemente permiso en el trabajo.
Está enfadada porque piensa que muchas familias que tienen a sus hijos en el comedor no lo precisan de verdad, cuando ella, por conciencia, rechazó la plaza para que la ocupara alguien para quien fuera imprescindible. Y ahora se ve entre la espada y la pared. Tiene que elegir entre seguir con el trabajo o recoger a la niña a las dos. No tiene cerca a ningún familiar que pueda echarle una mano; y la última chica que se encargaba de la pequeña hasta que ella volvía del trabajo se llevaba la mitad del sueldo y la niña no lo llevaba bien, por lo que está desesperada y no sabe qué hacer porque su hija no tiene quién la recoja mientras ella trabaja.
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