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Una tarde en los Cahorros de Monachil

Una tarde en los Cahorros de Monachil

La familia Fernández Martínez de La Zubia recorre el renovado y refrescante sendero. Un recorrido especial que no tiene nada que envidiar a una tarde playera; y muy cerca del pueblo y de Granada

Inma Sánchez

Jueves, 4 de agosto 2016, 15:45

Un kilómetro y medio de ida y otro de vuelta, pero con un desnivel de 75 metros, que lo hace algo dificultoso para quienes no estén acostumbrados al sublime pateo. Pero no es el caso. Isabel Martínez y su marido José Fernández son expertos senderistas y apechugan con lo que les echen. Se hacen sin problemas 16 kilómetros entre La Guardia y Playa Granada y participan con entusiasmo en cada una de las propuestas que se llevan a cabo desde la Asociación Al Borde de lo Inconcebible de La Zubia, el pueblo donde viven.

Disfrutan sin problemas caminando; y el domingo se fueron con una de sus hijas, su yerno y sus nietos por el nuevo acceso a Los Cahorros, en Monachil. Una ruta preciosa y muy visitada donde además de pasear con los perrillos -como hacían dos estupendas señoras engalanadas con sus vestidos de flores, se puede escalar, darse un chapuzón en sus aguas heladas, correr y disfrutar del paisaje.

Higueras, nogales, granados, cerezos, zarzas, perales y membrillos, sobre todo al principio, rodean el sendero de tierra, con escalones de madera, dos puentes colgantes, donde hay que agacharse en algunos tramos y esquivar pequeños hilillos de agua mientras el río Monachil serpentea en dirección al pueblo. También se ven olivos por los alrededores.

Paula tiene solo siete años y, a pesar de un incómodo dolor de muelas a la subida, logró culminar el final del sendero y disfrutar del agua. Aunque el calor no era insoportable, después del paseo no hay nada mejor que mojarse, aunque sea los pies en el frío líquido que baja del deshielo de Sierra Nevada. Como la mejor aventurera y, junto a su hermano Marcos, cruzó los preciosos puentes colgantes, se agachó para pasar entre dos impresionantes rocas y llegar a un recodo con agua. Por supuesto, lo que más le gustó fueron los puentes; y aunque prefiere la playa porque no hay que andar y el agua no está tan fría, prometió repetir.

Un recorrido especial, que no tiene nada que envidiar a una tarde playera. Con sus increíbles vistas, las pequeñas piscinas naturales entre las rocas, las cuevas, los túneles estrechos y el desfiladero. Un mundo distinto y desconocido para muchos a solo diez minutos en coche de La Zubia y de Granada. Marcos tampoco había realizado antes la ruta. Le encantó y va a invitar a sus amigos a recorrerla. Su padre, que también se llama Marcos Fernández, confiesa que se trata de un paisaje precioso. Tan cerca de casa. Un paseo refrescante, que ni te esperas ni imaginas. Le sorprende las cosas tan bonitas que hay en Granada y que buscas en otros sitios.

Se trata de una vereda recién inaugurada, que José Fernández y su esposa Isabel Martínez se patearon el día de la inauguración, disfrutando de pequeños conciertos en los recodos, que dignificaron aún más la belleza de una naturaleza infatigable. Y les hacía ilusión enseñársela a la familia. Su hija Isa disfrutó con el paseo, empeñada como estaba en comerse algunas moras, pero aún están pequeñas y verdes. Admite que merece la pena hacer esta excursión que es mucho lo que te da. Aunque su madre no paraba de recordarle que ya la había hecho de pequeña, hasta que no vio los puentes colgantes no se percató de la evidencia. Aunque es más de playa, reconoce que es un paseo bonito y fresquito.

Isabel Martínez es incansable; por eso termina la ruta corriendo con su nieto, como cuando va a Cumbres Verdes por la Vega. Dice que merece la pena, con sus pozas y su frescor. Hace más de 30 años que conoce la zona. Cuando venía con sus niñas y con los amigos. Se empeña en llegar hasta el final para disfrutar del precioso desfiladero. Hay que agacharse y agarrarse a los hierros enganchados en la pared. Y no todo el mundo está dispuesto. Pero la recompensa es mayúscula.

José Fernández alaba el trabajo que acaban de hacer al arreglar la vereda que corre paralela al río Monachil. Está acostumbrado a caminar y disfruta hablando de la flora y los animales que viven en la zona, como la cabra de Sierra Nevada, las serpientes o de la vieja central eléctrica, aún en funcionamiento. Insiste en que merece la pena recorrer estos senderos, tan cerca de Granada, y observar, entre tantas cosas, a los amantes de la escalada encaramados en las paredes. Eso sí, hay que llevarse una botellita de agua fresca, que el paseo lo pide.

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