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Azucena González repasa la lección de Lengua Española en el hogar de Luis, que no puede ir al instituto por enfermedad.
Cuando la casa se convierte en el cole

Cuando la casa se convierte en el cole

Profesoras como Azucena dan clases a alumnos enfermos o convalecientes que no pueden salir de casa

Jorge Pastor

Domingo, 8 de enero 2017, 23:46

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Son las doce menos cuarto en La Zubia. La sirena del IES Trevenque suena 'a retreta'. Acaba el recreo. Los chaveas, unos ochocientos, apuran el bocata y vuelven desordenadamente al tajo. Hoy ha faltado Luis. Desde que comenzó el curso no ha podido acudir a clase. Luis está malito. Padece una enfermedad que le impide asistir a la escuela. Una enfermedad que, sin embargo, no está siendo un obstáculo para que estudie las mismas asignaturas que sus compañeros y que tenga que trabajar, día a día, igual que sus compañeros. La 'pequeña' diferencia es que Luis no puede acudir al aula, como desearía con todas las fuerzas del mundo, sino que es el aula quien tiene que acudir a él. A su casa. A su habitación. A su escritorio.

Su profesora se llama Azucena González Lara, una de los seis docentes adscritos al Programa de Atención Domiciliaria de la Delegación de Educación en Granada. «Cuando te enfrentas por primera vez a una intervención, no puedes perder ni un segundo en afligirte, sino que el grado de implicación tiene que ser el máximo desde el primer instante y siempre transmitiendo la mayor positividad», refiere Azucena, que este año tiene cinco alumnos a su cargo, la mayoría pacientes oncológicos o con algún tipo de trastorno mental que requieren prolongados tratamientos e incluso periodos de hospitalización.

Azucena, especialista en Educación Infantil y Psicopedagogía, subraya que más allá de la capacidad para transmitir conocimientos y seguir la programación que marcan los responsables de cada asignatura desde el centro, la clave está en infundir un estado emocional favorable al chiquillo y a las familias, «que te abren las puertas de su vivienda, pero también las puertas de su intimidad». «Creas unos vínculos muy fuertes, vives emociones que te curten no sólo como profesional, sino también como persona y te das cuenta de que, en efecto, lo más importante en la vida es la salud, la tuya y la de los tuyos», dice Azucena. «Hay que tener empatía, ponerte en el lugar del otro, escucharle, mirarle a los ojos y si es necesario, cogerle la mano y darle un abrazo».

Los sentimientos -y la capacidad de controlarlos- son claves para lograr algo tan importante como cumplir objetivos académicos y para cuando, llegado el momento de la recuperación, la reincorporación al mundo real se realice de la forma más normalizada que sea posible. «Por eso, antes de abrir los libros, es importante conocer al chico... sus gustos, sus preferencias, sus aficiones». Y también estar preparados para vivir momentos con una fuerte carga emotiva. «Algunas veces -explica Azucena- tienes que dar clase con geles y con mascarillas para no transmitir bacterias o virus a chavales que padecen algún tipo de inmunodepresión». También es un refuerzo importante que reciban el apoyo y los mensajes de sus amigos. «Los críos son solidarios; no pierden el contacto».

No perder comba

La meta es, por tanto, que el alumno no pierda comba y, por eso, se le pide a los profesores, a los que imparten las diferentes materias y que serán los encargados de calificar el rendimiento del 'ausente', que adapten los ritmos para la consecución de unos mínimos. ¿Qué Azucena ve que Luis puede dar un poco más? Pues así se abordará en el siguiente encuentro en el instituto con el profesorado. Azucena tiene un dominio generalizado de todas las unidades temáticas que se van abordando trimestre tras trimestre aunque, como ella misma confiesa, no duda en consultar con cada uno de los especialistas aquellos asuntos más enrevesados. Azucena se dedica básicamente a supervisar las tareas, mientras que la corrección de los exámenes compete a cada uno de los docentes.

«Con Luis me veo dos horas los lunes y los miércoles, de las doce del mediodía hasta las dos de la tarde; le explico la lección que corresponda, le organizo los ejercicios que tiene que hacer y me pregunta todas las dudas que le surjan», explica Azucena, quien profundiza mucho más en transversales como las Matemáticas, la Lengua o la Geografía. Todos los avances quedan fielmente reflejados en su tableta, donde tiene un dietario organizado por fechas. Un registro de enorme importancia porque, en cualquier momento, «te pueden llamar para informarte de que hay un ingreso y, a partir de entonces, con los informes que aparecen en ese expediente, la intervención depende del Programa de Atención Hospitalaria, que también cuenta con seis docentes».

Rocío es la madre de Luis. Recibe a Azucena con una sonrisa y un abrazo. «Para nosotros contar con este apoyo es lo máximo, ya que permite que nuestro hijo continúe con sus estudios aunque, lamentablemente, lleve desde el final del pasado curso y el principio de éste sin acudir al instituto», dice Rocío, muy esperanzada en los avances de Luis y también muy contenta por el ocho en Matemáticas que trae Azucena en su cartera. Un notable con el valor de un sobresaliente teniendo en cuenta las circunstancias de Luis. «Este año, con Azucena ayudándonos desde el principio, el arranque está siendo bueno; se observa perfectamente en las notas y en la motivación de Luis». «Azucena -prosigue- es muy agradable, muy cariñosa, tiene mucha mano izquierda; lo mejor que nos ha pasado». «Ella habla con nosotros, nos da algunas pautas sobre cómo debe trabajar Luis, pero sobre todo está encima de Luis, que sabe lo que tiene que hacer y que cada vez es más autónomo».

Recursos

El Programa de Atención Domiciliaria, coordinado por Enrique Moratalla y tutelado por el área de Organización Educativa de la Delegación de Educación, pone al servicio de los centros y familias los recursos para que exista una continuidad en el proceso educativo. Surge de la necesidad de compensar desigualdades por motivos de salud en alumnos que, por prescripción médica, deben pasar largos periodos en su casa -al menos un mes- por la patología que padecen o por la convalecencia obligatoria que se deriva de ella. 'Si no puedes venir a la escuela, nosotros te la llevamos'. Ése es el lema.

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