La historiadora del Arte Irene López se adentra en el papel de la mujer en el mundo musulmán

Miembro del CEI AlZawiya de su pueblo, colabora con la Universidad de Granada en trabajos de excelencia

Inma SÁNchez

Miércoles, 26 de octubre 2016, 20:09

Historiadora del Arte, Irene López (1983) es miembro del CEI Al-Zawiya (el Centro de Estudios e Investigación de Arte y Patrimonio) de la Zubia, nacido para proteger, investigar, poner en valor y difundir el patrimonio histórico y cultural del pueblo. Imparte clases de Historia en un instituto y colabora con la Universidad de Granada (UGR) en trabajos de excelencia, como las Visitas Especializadas al Patrimonio y las Colecciones de la UGR; o el proyecto De puertas para adentro: vida y distribución de espacios en la arquitectura doméstica, dirigido por Elena Díez Jorge, que trata sobre cuestiones de género. Un proyecto de I+D del Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia del Ministerio de Economía y Competitividad.

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Fruto de esas visitas es el nacimiento de una nueva publicación periódica de la UGR, los Cuadernos Técnicos del Patrimonio, cuyo primer número se denomina De puertas para adentro: Patrimonio y Género en la UGR. El trabajo de Irene López se ha centrado en el papel de la mujer en el mundo musulmán, en espacios tan especiales como la madrazas o los baños árabes.

Cuenta que en la Madraza los hombres estudiaban todo lo relativo al Corán, además de Derecho, Medicina o Poesía. Espacios donde la mujer no entraba. Incluso se construían sin ventanas para que los estudiantes no pudieran distraerse con la presencia de féminas en el exterior. Las ordenanzas urbanísticas hablan de las viviendas colindantes a las madrazas sin ventanas. Aunque las mujeres tenían prohibida la presencia en las madrazas, se preocupaban por estudiar y aprender; y con la excusa de visitar la Meca, iban al encuentro de los maestros a los que no les importaba impartirles clases. Como la información se transmitía de forma oral, el prestigio lo daban los maestros; y cuando el profesor fallecía, ellas eran el eslabón y se convertían en docentes de otros varones.

Irene narra la historia de Nazum, una mujer que vivía en Granada y que visitaba la Huerta Grande de La Zubia, donde escribía y jugaba a inventar poesías con otros poetas. Para ahondar en el tema de las madrazas y el papel de las mujeres, la historiadora ha investigado en estos centros del norte de África; y conocer el papel y las interrelaciones de las niñas, ancianas, pobres, ricos, niños y ancianos. Su idea es demostrar el papel plural de la historia, desde los distintos puntos de vista, «porque cuando los conozcamos será real», señala.

Recuerda que las mujeres se reunían en circuitos femeninos donde trataban temas como la regla, enfermedades, infertilidad o medicina natural. Aunque en algunas ordenanzas estos circuitos femeninos estaban prohibidos, ellas se iban transmitiendo estos conocimientos de unas a otras. Explica López que la prohibición de estas reuniones demuestra su existencia.

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La enseñanza en la época musulmana se dividía en dos ciclos: Primaria, para varones entre cinco y siete años; y Secundaria, la posterior, que se impartía en las madrazas. Las niñas recibían la información en su propia casa y los maestros eran los padres o los tíos. Lo que implica, según Irene, que había un espacio doméstico destinado a formar a esas niñas en nociones básicas del Corán o la literatura. Aunque las féminas no podían ser maestras porque no se les daba la licencia pedagógica, ellas enseñaban y recitaban a los mendigos y ancianos y les transmitían oralmente las tradiciones coránicas. Otra de las costumbres de la época era que cuando una novia iba a casarse, las mujeres de su familia se reunían tres días con ellas para enseñarles todo lo relativo a la sexualidad, los problemas matrimoniales o cómo aportar el máximo placer a los hombres.

Baños Árabes

Las mujeres accedían a los baños de 4 a 6 de la tarde, y el resto del tiempo lo ocupaban los varones. No cumplen solo una función placentera, pues eran también espacios espirituales. Para la cultura musulmana habían dos clases de pecados: los mayores y los menores. Se consideraba un pecado menor insultar al compañero o pelearse con los vecinos. Pecados que se perdonaban limpiando el cuerpo: manos, codos, rodillas, pies y boca, un número impar de veces. Insultar a Alá o mantener relaciones sexuales eran considerados pecados mayores. Para eliminarlos era preciso una lavativa completa del cuerpo. El hecho de que ellos tuvieran más tiempo para acceder a los baños se sustentba en que pasaban más tiempo en la calle y, por tanto, tenían más facilidad para cometerlos.

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